Cuando buscamos piso, nos fijamos siempre en los metros cuadrados que nos dan. Normal, al fin y al cabo, son los metros que figuran en la escritura, y por los que vamos a pagar. Pero una vez en el piso, hay otra medida que no se suele dar, y que, a efecto de espacio, yo creo que es primordial: la altura.
Sabemos que una vivienda, para que cumpla con el requisito de habitabilidad, debe tener como mínimo 2,50 m de altura, admitiendo algún rebaje puntual hasta 2,20 m, e incluso a efectos de superficie, se puede llegar a contabilizar hasta una altura de 1,80 m en espacios abuhardillados.
¿Os ha pasado alguna vez que entráis en un piso y os da la sensación de que es pequeño porque se os cae el techo encima? No digamos ya, la cantidad de pisos, sobre todo de los años 70, que tienen todo el techo del pasillo bajado, donde se aloja el “preciado” altillo, que tantos y tantos propietarios insisten en recalcar, y que hoy día la gente no lo suele valorar. Y con razón (a no ser que exista un problema crucial de espacio).
Os puedo asegurar que, a igual superficie, nada tiene que ver, un piso con esquinas rectas en el techo, normalmente sin molduras, a 2,50 m de altura en muchos casos, incluso algo menos (en algunos entresuelos), con una vivienda con los techos a 3,20 m de altura o más, y en muchos casos, con molduras perimetrales en la entrega, lo cual hace también, más señorial.
Tenedlo en cuenta cuando vayáis a visitar, mirad hacia arriba, si los techos son altos, no se puede comparar, a iguales metros en superficie, ¡la sensación de espacio es mucho mayor!